
La devolución de la fianza al terminar un contrato de alquiler suele ser motivo de tensión entre inquilinos y caseros. Muchos arrendadores ponen reparos a la hora de devolverla, ya sea porque consideran que hay desperfectos en la vivienda o porque se han generado gastos extra que, según ellos, deben cubrirse con ese dinero. La ley establece claramente que la fianza es un depósito que debe devolverse siempre y cuando el inmueble se entregue en buen estado, pero lo cierto es que en la práctica son habituales los conflictos. Para evitar perderla, lo más recomendable es adelantarse a los problemas y dejar todo bien documentado desde el primer día, para asegurarte tus derechos como inquilino.
Cómo evitar que te quiten la fianza
Lo primero que hay que hacer nada más entrar en la vivienda es dejar constancia del estado en el que se encuentra. Puede parecer exagerado, pero grabar un vídeo detallado de todas las estancias y tomar fotografías de muebles, paredes, electrodomésticos y cualquier elemento de la casa es una de las mejores formas de protegerse. Si además se realiza un inventario con el casero y ambos lo firman, mucho mejor, ya que quedará por escrito qué objetos están en la vivienda y en qué condiciones. En caso de que el propietario se niegue a firmar, siempre puedes enviarle el inventario por correo electrónico para que quede constancia de que se lo has remitido. Esto te permitirá contar con pruebas sólidas si, al final del contrato, te reclama supuestos daños que no te corresponden.

El segundo consejo fundamental llega en el momento de entregar la vivienda. Aunque hayas vivido de manera impecable, es normal que una casa presente señales de uso. Sin embargo, cualquier mínimo detalle, por mínimo que parezca, puede servir a los caseros para que descuenten dinero de la fianza y se aprovechen todavía más de su situación de poder. Por eso conviene entregar el piso completamente limpio, como si fuese a entrar un nuevo inquilino. Eso implica fregar suelos, baños y cocina, y asegurarse de que no queda polvo ni suciedad acumulada. También es importante reparar pequeños desperfectos: cambiar las bombillas fundidas, tapar agujeros de cuadros o fijar una bisagra floja. Estos detalles, que a menudo se pasan por alto, son precisamente los que los propietarios utilizan para justificar retenciones en la fianza.
Hay que tener en cuenta también que el casero solo puede descontar de la fianza lo que suponga un gasto real en reparaciones o limpieza. Si entregas la vivienda en buen estado, tendrá muy pocas posibilidades de alegar lo contrario. De hecho, algunos expertos recomiendan incluso contratar un servicio de limpieza antes de devolver el piso, ya que la inversión suele ser muy inferior a lo que podría descontarse de la fianza.

El tercer paso es quizá el más sencillo, pero no por ello menos importante: reclamar formalmente la devolución de la fianza. Una vez finaliza el contrato y entregas las llaves, el arrendador tiene un mes de plazo para devolverte el dinero. Si pasa ese tiempo y no recibes noticias, lo mejor es pedirlo por escrito. Puede ser mediante un correo electrónico, un mensaje de WhatsApp o un burofax, según prefieras. Lo importante es que quede constancia de tu solicitud. Si el caso acaba en los tribunales, este documento será una prueba muy valiosa, ya que mostrará tu buena fe y puede ayudarte a recuperar no solo la fianza, sino también las costas del juicio.
Conviene recordar que la fianza no es una garantía para cubrir el desgaste normal de la vivienda. El uso habitual de un inmueble provoca pequeños deterioros inevitables que no son responsabilidad del inquilino. El propietario solo puede utilizar la fianza para reparar daños derivados de un mal uso, cubrir deudas en suministros pendientes o subsanar un estado de entrega para nada adecuado. Por eso, siguiendo estos tres pasos, tendrás prácticamente asegurada la devolución de tu dinero.
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