
No son pocas las veces en las que los científicos se quejan de que los satélites colocados en la órbita terrestre impiden las investigaciones astronómicas en la Tierra. Sin embargo, ese no es el único problema de la basura espacial que rodea nuestro planeta. A esto se le suma que mucha tecnología que colocamos en su día para que de vueltas alrededor del mundo no tiene un sistema de desorbitación controlado. Conforme más escombros tenemos varados en la órbita, mayor es la preocupación al respecto. Pero, ¿qué probabilidad hay de que un satélite caiga justo donde estamos?
Las agencias y empresas aeroespaciales no solo tienen proyectos para viajar a la Luna, a Marte, explorar el Universo o mandar a astronautas a investigar en la Estación Espacial Internacional (EEI). También trabajan para desorbitar satélites que en su día pusieron a dar vueltas a la Tierra. Hay tecnología espacial que rodea nuestro planeta que ya está en desuso y solo genera problemas.
Los ingenieros están diseñando dispositivos con tecnología de maniobra avanzada, para controlar la trayectoria de los satélites que reingresan, y alternativas que se desintegrarían al entrar por la atmósfera terrestre. No obstante, incluso con estos inventos, todos los fragmentos de satélites que vuelven suponen un riesgo. Si bien la posibilidad de que genere daños materiales, de animales o humanos es prácticamente nula, sí que puede suceder.
La posibilidad de daño por impacto de un satélite
Un estudio de The Aerospace Corporation, publicado en 2020, trató de responder a la preocupación del riesgo de que la reentrada de los satélites dañase a personas o vuelos comerciales. En la investigación, tuvieron en cuenta que la mayoría de satélites colocados en la órbita baja tienen una inclinación orbital de entre 20º y 70º. Por lo tanto, las regiones situadas entre las latitudes 20º y 70º en el hemisferio norte y entre las latitudes -20º y -70º en el sur tenían más probabilidades de verse afectadas. También tuvieron en cuenta que el satélite no llega entero al suelo, sino que se fragmenta durante su reingreso.
Además, valoraron que la energía mínima que debe tener un objeto para llegar al suelo que resulta peligrosa es de 15 julios. Este dato es más importante que el tamaño o la masa del fragmento en sí. El estudio realizado en 2020 se puso en lo peor, calculando la probabilidad máxima de impacto. Es decir, se basó en un supuesto en el que toda la población mundial estuviese al aire libre. También hizo el cálculo poniendo la misma masa en todos los satélites (560 kg, basándose en la primera generación de satélites Iridium). Asimismo, el estudio presuponía la presencia de unos 16.000 satélites.
Ni poniéndose en lo peor el riesgo es alto
La conclusión a la que llegó la investigación es que la probabilidad de que la caída de los restos de un satélite hiera o mate a alguien es de 0,1 al año. O, dicho de otro modo, en 10 años se produciría una víctima mortal si los satélites se saliesen de la órbita. Cabe señalar que este estudio valoraba el peor de los escenarios posibles y, además, no tenía en cuenta que las desorbitaciones que se hacen en la actualidad son controladas.
A la hora de la verdad, los accidentes aéreos presentan un riesgo superior, debido a la integridad y combustible de los aviones. Los restos espaciales son normalmente pequeños y se desintegran al entrar a la atmósfera. Un incidente fatal sería prácticamente imposible y son diversas las agencias que respaldan la seguridad de la tecnología que ponemos en órbita. El margen de error que tienen los sistemas de maniobra controlada que aplican a los satélites para su reentrada supera el 99,99% y no deberías preocuparte.
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